Recordé que la vida no tiene compasión, que poco a poco todo acaba por envejecer, que no nos queda nada, nada excepto nuestra debilidad, que el mundo es cada vez más pequeño, que ya no existen valores, que ya el humano nace sin conciencia, que no hay nada que no sea evitable y que el destino es solo una forma barata de fingir que todo esto tiene un porqué.
Un montón de mentiras, la cara de la moneda que ni tú ni yo vemos, que no encontramos y que nunca vamos a encontrar, porque tenemos miedo, miedo al fracaso, al dolor, miedo a triunfar.
Se me escapa una sonrisa de medio lado al pensar que a pesar de todo eso aún me ilusiona la carcajada de un niño, la luz de cada mañana, el sol dándome en la cara, un abrazo sincero, el sonido del mar, las tormentas de verano, la música de fondo, la brisa de levante y el poder sentirlo.

Dann