Así lo hago. Me obedezco a mí misma.

Me giro, la playa está totalmente vacía. Ni siquiera se ve gente paseando.
Tomo aire y me hundo.
Una vez bajo el agua, no oigo absolutamente nada, un silencio contagioso, desgarrador. Aquí abajo está la calma que tanto buscaba.
Me dejo llevar, sin salir a tomar aire, pienso estar aquí mientras mis pulmones aguanten, no será mucho. Es por ello por lo que quiero aprovechar hasta el último segundo. Aprovechar, para sentirme sola, para no escuchar a nadie más que no sea yo misma, lo necesito. Unos segundos de paz.
Estoy asustada, mucho. Y no entiendo el motivo. Se supone que tengo que ser feliz y encajar en todo y con todo lo que hago, pero no es así, yo sé que no es así. Muy pocas veces realmente me llego a entender yo misma. Y eso me duele. Ando por la vida dándole consejos al resto del mundo, sin embargo, ¿y yo?, yo parezco no necesitarlos. Y quizá creo que no los necesito, pero ahora es cuando me doy cuenta de lo que los echo en falta. A fin de cuentas, algunos los hubiera usado. Me quedo sin oxígeno, los pulmones me pinchan, me piden una bocanada de aire contaminado, de ese de ahí fuera. Y yo solo soy una sierva que debe darle lo que piden. Cojo impulso con mis pies y salgo a la superficie. Inspiro profundamente y lucho contra las olas para poder salir.
Cuando por fin vuelvo a tocar tierra seca, me agarro el pelo en una trenza mal hecha y me tiro de espaldas sobre la arena, mirando al cielo.
A fin de cuentas solo necesitaba un momento mío, solo mío.
Dann
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