sábado, 28 de enero de 2012

Madrugada manchada de ilusión

Sentada al final de la penumbra, aquel sillón que me acompaña a cada momento, la ventana justo al lado de mí, miraría a través de ella si no fuera por lo que hay tras ese cristal manchado de gotas de lluvia.
La tormenta ha pasado, se ha ido. Ella también me ha abandonado. Pero no me importa o por lo menos de eso intento estar segura.
Me falta aire para respirar e ilusión para percatarme del pequeño ser que me observa desde la casa de enfrente. Estoy tan sumida en mi subconsciente, que mis ojos lo ven pero yo no.
Muevo mis pies hacia delante y atrás, intentando que la sangre me active.
Al otro lado,  abandonado se encuentra mi mejor amigo, compañero de momentos de agonía, desesperación, melancolía, felicidad, añoranza...  Mi piano. Prácticamente lleno de polvo por la falta de uso. Pero aún así, soy capaz, aún, de sentir en mis dedos la majestuosidad de sus teclas frías en una tarde de invierno como esta.
Lo miro con compasión, viejo amigo.
Entonces algo se enciende en mi, recuerdo tus manos sobre las mías enseñando como colocarlas y darles forma y ritmo a cada una de aquellas notas perdidas hoy en el olvido.
Vuelvo impulsivamente la cara hacia la ventana, por tal de no tener que refugiarme en ti, ni en esos recuerdos. No quiero ver en lo que ha acabado todo, simplemente no puedo.
Observo la carretera vacía,  a estas altas horas de la madrugada, no es de extrañar, que ni un solo ser se atreva a salir, hace demasiado frío. Me percato de un movimiento, justo frente a mí. Un niño, pelirrojo de ojos verdes, mantiene su cabeza apoyada en el cristal, nos separa una gran distancia pero distingo sus pecas, repartidas por toda la cara con una distribución un tanto juguetona. Me quedo absorta mirándolo, quizá en cualquier otro momento no le habría prestado la atención que le presto ahora.
 Me transmite paz y alegría, todo lo que necesito. Un soplo de aire fresco. Veo en él la inocencia de un niño, pero a la vez la madurez inquieta de un adulto.


No ha dejado de mirarme desde ahí enfrente durante todo el tiempo que llevo aquí sentada.
Estúpida de mí, no me he dado cuenta de su presencia hasta ahora.
Me pregunto qué hará ahí. Y dudo que lo mismo que yo.
Lo saludo con la mano, esperando una respuesta, pero se limita a sonreír y a apartar la mirada.






Quizá se haya percatado de que intento darle un poco de sentido a mi vida.









Dann

No hay comentarios:

Publicar un comentario