Querido compañero,
en realidad no sé porqué te escribo esta carta, supongo que ya vuelve el calor y esta humedad seca me recuerda a ti.
No hace tanto que perdí el hilo del mundo, pero tengo un problema, ya no lo encuentro. Resulta gracioso pero se puede decir que estoy completamente perdida en mí misma. Tranquilo, no te voy a pedir la difícil tarea de que seas tú el que me encuentre, ya has hecho suficiente por mí en todo este tiempo.
Si miro a mi alrededor, no tengo una vista bonita, ni siquiera hay vistas. Puede parecer patético, pero es así.
Me duelen los brazos de tenerlos cruzados durante tanto tiempo, pero es que desde que no estás me falta la poca fuerza, que si bien recuerdas, antes tenía.
Parece que no me importa nada, incluso me río de lo que no tiene ninguna gracia, por tal de evadirme y escabullirme de la especie de realidad que me rodea.
Pero no empecé a escribir esta carta para contarte lo menos agradable que hay por aquí, ni para confesarte que estoy perdiendo la batalla, sino para decirte que no lo pienso permitir, y para darte las gracias.
Gracias por todo, sí, por todo. Por cada soplo de fuerza que me has regalado, por cada momento que me ha llenado de vida, de sabor a voluntad.
Gracias por vivir, fuera y ahora dentro de mí. Porque te siento en cada milímetro de mi ser. Porque creo que pocas veces he estado tan cerca de ti como lo estoy ahora.
Gracias por saber escuchar y saber responder no con la voz, sino con lo que mejor se te da hacer que es repartir ganas de seguir adelante por muy empinada que esté esta rampa que es la vida.
Gracias por ser tal cual has sido, tal cual eres.
Y ya sabes muy bien cual es el otro motivo de esta hazaña que es escribirte una carta, quiero que sepas que a partir de ahora te voy a dar muy poco trabajo, solo necesito que observes con atención mis hechos y que te sientas orgulloso de la persona en la que me he convertido, porque a partir de este punto del camino, ya avanzo yo sola.
Quiero que sepas también que no me pienso rendir, que no tengo la intención de dar mi brazo a torcer, que ahora mando yo y nadie más en mi misma, que la batalla que parecía perdida, será ganada y que no voy a caer, que voy a hacer gala de todo lo que me han enseñado. Que seré fuerte, no indestructible, pero sí lo suficientemente valiente como para enfrentarme al mundo y mirarle a los ojos. Porque ya no le temo a nadie, porque ahora es cuando de verdad me doy cuenta de la gran diferencia.
No sé como terminar, supongo que de nuevo recordándote que sigas ahí para ver como van a cambiar las cosas a partir de ahora, sé que hoy es un día especial, no solo por ese cambio, sino por muchos motivos. Y quiero que uno de ellos sea este.
Muchas gracias otra vez, cuídate.
Am.